lunes, enero 09, 2006

Este cuento pertenece a la colección "La vuelta al mundo en ochenta cuentos" que es una recopilación de cuentos de todo el mundo, más en concreto de ochenta países, entre ellas Galicia.... etc, etc, este que contamos aquí es de Rumania.

El gallo y la gallina.

En un pueblecito muy pequeño, un publecito campesino de pocas casas vivían una vieja llamada Petresca y un viejo que se llamaba Calotescu. Eran vecinos; ella tenía una gallina y él un gallo. La gallina d ela vieja Petresca cada día le ponía uno o dos huevos, que la mujer se comía con gran deleite. Él en cambio, no podía probarlos nunca.
Un día, el viejo Calotescu, que ardía en deseos de comerse un buen par de huevos fritos, se los pidió a su vecian. La vieja Petresca era muy avara, pero, como no quería enemistarse con su vecino, le dijo:
¿Sabes qué tienes que hacer para comer huevos? Darle una buena paliza a tu gallo. ¿Qué crees que hagoy yo para que mi gallina ponga? ¡ A garrotazo limpio¡
El pobre Calotescu, que era un poco duro de entendimiento, se lo creyó, corrió al gallinero y, con una buena vara de fresno, empezó a golpear a su gallo diciéndole que, ni no ponía unos cuantos huevos, lo dejaría medio muerto. El pobre animal, claro está, incapaz de poner, se escapó del corral y se fue por el camino a ver si encontraba un lugar donde lo trataran mejor.
Mientras iba pensando adónde podía ir, el gallo encontró, en una curva, una bolsa que contenía tres reales. El gallo la cogió con el pico y regresó a casa de su amo pensando que, si le daba aquel dienro, que tanta falta le hacia, se ponddrái muy contento y segurament le dejaría vivir tranquilo en el gallinero, sin quitarle el sueño con tonterías.
Pero he aquí que pasó el coche de caballos de un señor que volvía de viaje. Era muy rico y se llamaba Antonescu. Y aquel señor, mirando por la ventanilla del coche, vio, extrañado, un gallo que llevaba en el pico una ocsa que no supo distinguir bien qué era. Intrigado, avisó al cochero para que parara y le dijo que bajara a ver qué era lo que llevaba aquel gallo.
El cochero hizo lo que le mandaba su amo. Paró, bajó del coche, cogió al pobre gallo con brusquedad y le quitó la bolsa, que llevó a su amo. Éste que no tenía escrúpulos, se la quedó y dijo al cochero que ya podían continuar su camino.
Pero el pobre gallo no se coformó. Fue persiguendo el coche del señor Antonescu todo el camino gritando tan fuerte poco podía:
- Quiquiriqui, quiquiriquí.
gran señor devuélveme la bolsa
de los tres reales, que tú eras rico.
Y de esta guisa llegaron a la casa del señor Antonescu, que era una enorme mansión con un gran patio y un corral lleno de gallinas ponedoras. El señor Antonescu bajó del coche y, enfadado con el gallo, que no paraba de gritar, ordenó a su cochero:
Atrapa a ese gallo tan desvergonzado y échale al fondo del pozo.
Pero esta vez el gallo no se dejó coger. Con buen aleteo se subió a la rama más alta de un roble que crecía en medio del patio. Y desde allí arriba el gallo no dejaba de gritar.
- Quiquiriquí, quiquiriquí.
gran señor; devuélveme la bolsa
de los tres reales, que tú ya eres rico.
El señor Antonescu estaba cada vez más enfurecido. Él era un hombre rico y poderoso, acostumbrado a hacer siempre su voluntad sin que nadie osara contradecirlo ni menos aún, ponerlo en evidencia, como ahora se a travía a hacer aquel gallo tan desca rado. Mandó que saliera todos los criados de la casa a ayudar al ochero, pero el gallo no estaba dispuesto a dejarse atrapara. Tan pronto como se le acercaban los del servicio, con un vuelo corto pero rápido pasaba de la rama del roble a la pared del gallinero de la pared del gallinero al tejado y, de allí, otra vez a una de las ramas del roble. Las gallinas del gallinero que no habían visto ninca un gallo tan valiente y bravucón, se alorotaban por momentos y ahuecaban las plumas.Con una voz cada vez más aguda y estridente, el gallo seguía gritando.
- Quiquiriqui, quiquiriqui. granseñor, devuelveme la bolsa
de los tres reales, que tú ya eres rico.
Hasta que la paciencia del señor Antonescu se acabó. Comprendió finalmente qu eno había nada que hacer y como, bien es verdad, le daba igual atras reales, que cuatro, cogió la bolsa y la lanzó por la ventana diciendo con despecho.
- Aquí tienes la bolsa, gallo del demonio y huye de aquí de una vez, que no quiero volver a oír jamás tu quiquiriqui.
El gallo cogió la bolsa con el pico y se fue con gesto altivo y orgullo. Tan magnífico era su porte, que todas la gallinas del señor Antunescu, llenas de admiración por aquel gallo extraordinario con aires de capitán general o de primero tenor de ópera, saltaron la tapia del gallinero y fueron tras él como un rebaño de ovejas.
El viejo Calotescu estaba muy triste por la marcha del gallo, se había arrepentido amargamente de haberse dejado llevar por el mal consejo de su vecina. Imaginaos, pues la alegría que sintió al verlo llegar llevando en el pico una bolsa con tres reales y seguido de toda aquella bandada de gallinas ponedoras. A partir de aquel día se le acabaó la miseria, porque podía comer tantos huevos como quería y aún le quedaban para poderlos vendere en el mercado.
Cuando la vieja Petresca observó la prosperidad de su vecino, se puso muy celosa, porque ella tenía que vivir sólo de los huevos que le daba su única gallina. Así que preguntó al viejo Calotescu que había hecho para conseguir aquella prosperidad.
- Seguir tu consejo - le dijo el viejo Calotescu - Le di una paliza a un gallo, que huyó y volvió con una bolsa de dinero y todas estas gallinas. Si quieres porperar, no tiene mas que aplicar a tu gallina.
Petresca hizo lo que le decía su vecino: propinó tal paliza a su gallina que el pobre animalno lo pudo resistir y murió. A partir de aquel día, la avara y envidiosa Petresca se quedó sin los huevos que, fielmente, le ponía cada día su gallina.

comerse un buen plato de huevos, con patatas fritas.
Comerse un buen plato de huevos, con patatas fritas.
Comerse un buen plato de huevos, con patatas fritas.
Comerse un buen plato dle huevos, con patatas fritas.
Comerse un buen plato de huevos, con patatas fritas.
Comerse un buen plato de huevos, con patatas fritas.
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Comerse un buen plato de huevos, con patatas fritas.
Comerse un buen plato de huevos, con patatas fritas.
Comerse un buen plato de huevos, con patatas fritas.
Comerse un buen plato de huevos, con patatas fritas.

Desayuno anglosajón: Un par de huevos fritos, bacon, pan, un tazón de café con leche, y un zumo de naranja.
Desayuno anglosajón: Un par de huevos fritos, bacón, pan, un tazón de café con leche, y un zumo de naranja.
Desayuno anglosajón: Un par de huevos fritos, bacón, pan, un tazón de café con leche, y un zumo de naranja.

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